Expresión tronchante, aspecto grotesco y mente trastornada. Ha conquistado al público, trastocando completamente los límites del humor gafapasta. ¿Ignatius Farray? No. El que más lo peta desde hace tiempo dentro de la comedia hipster es el Carlino.
Reírse de las desgracias ajenas está feo, pero basta con mirar fijamente a un carlino a la cara para que empiece el festival del humor. Broma pesada, fruto de una mente perversa, absoluta genialidad o mamarrachismo de la modernez en estado puro. Después de la pajarita, los tirantes y el ukelele, el carlino se ha convertido en un complemento indispensable para la vida del hipster, el cual -no hay que olvidar- se comporta igual que un niño pequeño: imprevisible, cambiante, caprichoso, y quiere un perrito por Navidad.
Pero el hipster no quiere un perrito cualquiera. El hipster quiere un carlino por Navidad.
No vamos a repetir aquí lo poco que nos gusta que se compren y regalen perretes, habiendo tantos y tan majetes esperando ser adoptados (aunque nunca está de más recordarle a tu hijo -o a tu hipster– que un perro no es un juguete, ni un menú a la carta). Pero hoy hemos venido a hablar de fenómenos extraños y de moda.
Porque en los tiempos que corren, hay que estar muy desconectado para no saber que el carlino es trendy. Ya en 2013 una encuesta de la FCI (la Federación Cinológica Internacional, encargada de establecer las normas sobre las razas caninas) lo situaba entre las razas más populares del mundo. Y actualmente es imposible no encontrarnos al dichoso pug (como también se denomina al carlino) dentro de un sinfín de hashtags, cuentas de Instagram, muros de Facebook, vídeos de Youtube, camisetas, merchandising… que han acabado haciendo del “Pug Life” un auténtico modo de vida. Una vida que acumula likes en redes sociales pero que no es tan fácil para el que realmente la sufre.
“Ponga un pug en su muro y tendrá likes seguro”
¿Pero qué es lo que tiene el carlino que lo hace tan irresistible? Podríamos empezar hablando de aquello que no tiene: hocico, cuello, paladar, frecuencia respiratoria normal… ¡Nadie dijo que ser un pug fuera fácil! Pero vamos por partes…
Orígenes e idiosincrasia.
El carlino ha sido motivo de polémicas y teorías conspiranoicas desde el principio de los tiempos -como no podía ser de otra manera, un pug nunca deja indiferente- y ha sido difícil ponerse de acuerdo a la hora de asignarle una procedencia (o explicación) exacta.
La teoría oficial es que, al igual que tu Smartphone, el pug es made in China. Y, del mismo modo que tu móvil chino, su funcionamiento a veces es regulero y más de uno puede llegar con importantes defectos de fábrica. Y por mucha pasta que te hayas gastado en tu nuevo carlino, te avisamos desde ya: no tiene garantía, tarde o temprano terminará haciéndote ruidos raros, se le agotará la batería en el momento más inoportuno, y… ¿realmente quieres estar cambiando de perro como de Smartphone?
Si la respuesta es sí, te recomendamos que sigas leyendo.
Características físicas y personalidad
Aunque poco más se puede decir sobre él que no se haya dicho ya, el tema carlino nos sigue teniendo muy locos, y existe un auténtico Fenómeno Fan Freak alrededor del Pug, que puede estar orgulloso de acumular casi 60 millones de resultados en Google y otro buen número de taras, defectos y enfermedades congénitas.
Como podemos ver, no le falta un detalle y, ya puestos a tener enfermedades, puede sufrir hasta las típicamente asociadas a razas de gran tamaño como la displasia de cadera. Que en el caso del pug, lo toy no quita lo moloso.
La tendencia a fomentar los rasgos más chanantes de esta raza (ojos de huever, morro chatungo, labio leporino y lengua colgandera) así como la consanguineidad para mantener su peculiar “pugreza”, han hecho que inevitablemente se acentúen sus problemas congénitos. No queremos imaginar (en realidad sí queremos) las conclusiones a las que habría llegado Mendel si le hubiese dado por el carlino para ilustrar sus teorías, pero afortunadamente la tendencia en genética por aquel entonces era el guisante.
Según Jorge Gutiérrez del Sol, Cirujano Veterinario de Mínima Invasión y experto en la tipificación del síndrome del braquicéfalo, a día de hoy “el carlino es un atentado genético a lo que podría considerarse un perro base, resultando un pequeño Frankenstein hecho de defectos morfológicos”. Responsabiliza de ello a aquellos que fijan los estándares morfológicos de la raza.
“Hay sectores que ya denuncian que la selección de ciertos caracteres morfológicos debería ser considerada maltrato animal”
Jorge Gutiérrez del Sol
De vosotros, compradores, por ahora y afortunadamente, no nos ha comentado nada. Va a ser que “no es culpa de los dueños, la culpa es de los criadores”, dice, y nos recomienda el visionado del documental de BBC /Passionate Productions “Perros de pedigree al descubierto” para que nos hagamos una idea de lo que hay detrás de la adquisición de una “raza pura” como el carlino.
Como en cuestión de salud el carlino sería la ruina de cualquier seguro privado, pasamos al plano sentimental: ¿pero es majo? ¿A ti te gusta?
A estas alturas de la relación, lo más probable es que digas que sí, y pases por alto sus atronadores ronquidos (bastante inquietantes si hablamos de una criatura de apenas 30 centímetros), que no puedas salir con él según cómo se presente el día, que esté siempre pegado a ti, que precise atención continuamente…
Y aunque te acabas de dar cuenta de que compartes tu vida con un viejo fumador de Ducados que tiene un chuletón de ternera por lengua, no te importa porque es gracioso, sociable, vivaracho, inquieto y sensible con lo que le rodea. Lo que vendría siendo el community manager del pipicán. Normalmente se lleva bien con niños (esas pequeñas bestias) y con otros perros (¡aunque su ronquido incesante al saludar y sus ojos saltones ponen nervioso a más de un congénere!). Contrarresta sus limitaciones físicas con buen humor y gran talante, será por eso que transmite tan buenas vibraciones y cae bien dentro de cualquier círculo social.
Y sí, hemos de admitir que llegados a este punto, gana en simpatía. Tu carlino es adorable y es imposible no quererle, que no somos de piedra. Pero por otro lado, ya es hora de que tú también lo admitas: listo, lo que se dice listo -por mucho que te empeñes en publicarlo- no es. O al menos esa es la conclusión a la que llegó Stanley Coren a la hora de asignarle un puesto en su famosa lista, sentándolo en las últimas filas de la clase.
Un puesto 57 que parece poner en entredicho sus capacidades y situar en una peliaguda “borderline” su inteligencia funcional (aunque esto siempre es objeto de debate, ya que hay quien considera que esa testarudez a la hora de obedecer y de aprender “truquitos” es precisamente signo de una inteligencia superior).
¿Nos dominarán los carlinos en un futuro no muy lejano?
Algunos educadores aseguran que el pug “progresa adecuadamente” si se utiliza un método de adiestramiento en positivo y, sobre todo, altas dosis de paciencia (y de premios). Porque si el pug no aprende es porque no presta atención o porque el maestro le tiene manía, porque lo que es capacidad, tiene de sobra, como kilos, ya que el sobrepeso es otro de los males que suele sufrir nuestra pequeña fashion victim. La anorexia o el Crossfit no encajan en los cánones de este culto al cuerpo botijo.
“Ni un cuerpo para el pecado ni una mente para los negocios. Pero aún así, triunfa como Los Chichos”
De acuerdo, puede que el carlino no sea el más listo de la clase. Y, seguramente, tampoco el más guapo. Pero en popularidad no tiene rival, y aunque nunca conseguirás enseñarle a tocar el ukelele, él seguirá siendo lo más hipster del panorama perruno.
Lo cual nos hace cuestionarnos si la vida en Marte existe o si las modas han de tener algún límite estilístico. Pues bien, pensamos que sí lo tiene: en los 80 fueron las hombreras y en el mundo perruno del siglo veintiuno, es el pug. Y desde aquí, aunque odiamos los consejos, como no predicamos con el ejemplo, te aconsejamos: no compres un carlino por Navidad. Las risas te las puedes echar con los antiguos programas de Martes y Trece, que aunque es algo menos moderno, también es muchos menos dañino y de paso recuperas tradiciones ancestrales.
No compres. Adopta. Si te has decidido a compartir tu vida con un carlino, no fomentes su comercio, entra en SOS Carlinos o busca en el albergue de tu ciudad y adopta a tu nuevo colega pug.