Se acerca la Semana Santa, y ELLA despierta más lamentos que la Virgen del Rocío, asusta más que el capirote de un nazareno y da más yuyu que Cospedal con peineta… La Procesionaria del Pino es una oruga pequeña pero matona. La pesadilla de muchísimos propietarios de perretes, que experimentan auténtico pánico cada vez que pasan por un parque con pinos.
¿Que no es para tanto? ¿Que somos unos alarmistas? Haz la prueba. Date una vuelta por el parque perruno más cercano y aproxímate al típico grupo de humanos que departe apaciblemente ”arreglando el mundo perro” mientras sus chuchos retozan sueltos y libres por la hierba. Cuando estés cerca, grita: “¡procesionaria!”, y serás testigo de la paranoia colectiva y el terror en estado puro.
Si hay un trending topic en un parque de perros, ahora que ha llegado el buen tiempo, es la temida Thaumetopoea pityocampa.
“No vayáis por esa zona, que han visto orugas”. “¿Sabéis si en este parque hay procesionaria?”. “Yo llevo urbasón en el bolso, por si alguien necesita”. “¡Puchi, no te acerques a aquel árbol, que es conífera!”… Y así, echamos la tarde.
El avistamiento de orugas, junto al de cacas humanas, es una de las tareas que más tiempo nos ocupa durante los paseos perrunos por el parque.
Hay que andarse con mil ojos. Y aunque los humanos, como todos sabemos, tendemos a dramatizar muchísimo más que nuestros perros, que viven felices revolcándose en nuestras deposiciones, va a haber que admitir que la procesionaria supone un peligro real , aparte de ser una auténtica plaga que “ha invadido España” como alertaba hace poco la Guardia Civil.
Para las personas, especialmente los niños, también supone un riesgo para la salud, provocando una fuerte urticaria al contacto o, en casos más graves, dificultad al respirar. Pero sabemos que la especie humana no es santo de vuestra devoción, así que hablemos de cómo puede afectar a vuestros perretes.
El simple contacto con esos venenosos pelillos tendría que ser suficiente para que tu colega se dé cuenta enseguida de que no hay que meter el hocico en asuntos lepidópteros. Un mínimo roce con la oruga produce una reacción inmediata: hipersalivación, hinchazón de la lengua o la cara, urticaria… Así que cualquier gesto extraño que notemos en nuestro perro después de haber estado olfateando por alguna zona sospechosa debería ponernos en alerta.
El mayor peligro se produce si decide zamparse como merienda una de estas ponzoñosas orugas. Así que cuidado especialmente con cachorretes alocados y perros glotones, “con pocas luces” o despistados (no vamos a nombrar aquí las razas más “cortas” para no herir sensibilidades, para eso os remitimos a la famosa Escala Coren). Ingerirlas puede causar incluso la muerte, así que el asunto es serio.
Ante cualquier mínima sospecha de que nuestro chucho ha entrado en contacto con una procesionaria -sobra decirlo- hay que ir corriendo al veterinario para que aplique cuanto antes el tratamiento adecuado.
Tampoco está de más evitar siempre que podamos las zonas de pinos, y estar atentos al suelo para no toparnos con una de estas peculiares procesiones, que no anuncian su paso con redoble de tambor y que, a pesar del minúsculo tamaño de sus penitentes, son capaces de aguarnos la Semana Santa.